miércoles, 2 de febrero de 2011

letters.

Guardadas bajo llave en dos sitios se encuentran tus cartas. El primero, perfectamente accesible para todo el mundo, la estantería de mi habitación, en una caja. La segunda, accesible para nadie, mi corazón. Todas tus cartas, las siete que conservo, durante cuatro años tuvimos esa correspondencia, esa que me hacía correr hacia el buzón todos los días y mirar por el hueco a ver si había alguna carta tuya. Casi todos, por no decir todos los días, cogía algún álbum de los nuestros y podía perderme en nuestras miradas de felicidad durante horas. "Eres mi mejor amiga, y te quiero mucho" escribiste, desde los seis años durante tanto tiempo. Un día, hace cuatro años, te escribí dos cartas. Una no llegó, la otra no fue respondida jamás. Ahora que acabo de verlas todas, me pregunto dónde estarás, si sigues viviendo en Oviedo, si sigues viviendo. Te vi un día, sí, pero casi ni me acuerdo de tu cara. Casi ni puedo continuar haciendo tus retratos anuales, esos en los que me imagino cómo serías ahora. Cuando estoy triste, simplemente evoco alguna de tus sonrisas plantadas en las fotos, o leo alguna de tus cartas para llenarme otra vez de nuestros recuerdos. Y te echo de menos, Belén. Aún recuerdo tu dirección de cabo a rabo, cuando quieras la recito. Aunque sea posible que no te vea jamás. Y aunque sea posible que ni siquiera vuelva a saber de ti jamás, seguiré echándote de menos, hablando de ti, recordándote, como en esos tiempos en los que nada nos importaba, unas niñas de cuatro años que pasaron felices pero volando para mí en el Buenavista I. Siempre lo recordaré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario