jueves, 24 de mayo de 2012

Veía salir humo, pero ya no sabía si era de su cigarrillo o de su propio cuerpo, principalmente porque su cigarrillo estaba apagado. Me estaba hablando, y yo le oía pero no le escuchaba. Él miraba al cielo y yo lo miraba a él. Podía leer en sus ojos que se estaba preguntando cuál era el color del cielo. Yo nunca lo supe. Y tú, ¿tú sabes cuál es el color del cielo?
Era de noche y, a simple vista el cielo tenía el color de su chaqueta, negra. Pero si te fijabas exactamente, no era negra, sino de retazos de colores, azul aquí, verde allá. Interrumpido momentáneamente por el humo de su cigarrillo, gris. Bajé la mirada. Seguía apagado. Y él seguía hablando.
Llegó el momento en el que sólo existieron cuatro cosas. Él, el humo, el cielo y yo. Entonces encendió su cigarrillo, y el humo se esfumó. Y todo con él.