Tras mucho (demasiado) tiempo sin venir por aquí, he decidido recomenzar el blog.
Antes, era simplemente de textos, frases, cosas que yo escribía. Ahora habrá un poco de todo, escritos, viajes, fotos, canciones, poemas, cosas que me gustan... Así que bienvenido de nuevo si nunca te fuiste, y si acabas de llegar igual.
Para comenzar, quiero poner una historia que escribí hace mucho, bueno, hace unos tres años, y que afortunadamente ganó el premio de literatura de mi instituto. Se llama "El mundo de Nast", y espero que os guste.
“4
de Septiembre de 1973
Estamos
acostumbrados a los terremotos, erupciones volcánicas y sequías. Hemos
sobrevivido cuatro meses rodeados por leones sólo comiendo hierbas y bebiendo
agua. Tenemos un código de medidas adoptadas contra seísmos, por ejemplo:
entierra los víveres o escóndete dentro de un árbol. Y, encima, tenemos al
hombre más viejo de todas las tribus cercanas. Hasta la fecha han sido
dieciséis terremotos, tres erupciones volcánicas y dos sequías por año. En
total, hemos soportado cuarenta y cinco desastres naturales.
Me
presento. Me llamo Nast y no me preguntes cómo he aprendido a hablar español
porque no lo sé. Creo que fue porque un turista me enseñó cuando apenas contaba
dos años, o al menos eso dicen. Soy el único del poblado que sabe escribir, y
sólo dos más saben leer. Escribo en un trozo de madera blanca y raída con un
carboncillo. Me han dicho que allí donde vivís vosotros hay una cosa que se
llama papel, y otra lápiz. Yo he intentado hacer papel. Conseguí otro corte más
y una semana de castigo yendo a por agua.
Seguro
que vuestra vida es más fácil. Yo me levanto a las cinco (a las cuatro si me
toca ir a por agua) y no me acuesto hasta pasadas las doce. Tenemos un reloj de
sol encima el pozo. Siempre que alguien lo mueve un poquito se estropea. No sé
cómo lo hace. Yo no voy a la escuela, una de las razones es que hay que caminar
más de ocho kilómetros para llegar a la más próxima. Soy, por así decirlo, el
más listo de la tribu. Debería ser yo el profesor, en el caso de que existiera
un sitio de esos en los que enseñan.
Nuestras
casas son de paja y, en el mejor de los casos, de barro. Sólo tienen una
estancia, con los sacos donde dormimos , una o dos pieles de animales que
usamos para no tener demasiado frío en invierno, aunque no lo necesitemos
muchas veces, y jarros de agua y “comida”, si así se le puede llamar a un poco
de trigo, pan duro y fruta, aunque veces salimos a cazar. No traemos casi nada,
sólo conejos y liebres, y muy de vez en cuando. Pero hay días que ni siquiera
bebemos un litro de agua por familia, aunque tengamos el pozo. Está prohibido
sacar más de dos jarros de agua al día por familia. Me han dicho que son unos
señores que se llaman gobierno quien nos lo impide. Algunos días, pienso que
son muy afortunados. Tienen dinero, casa y muchas comodidades y lujos.
Llevo
trece años en el poblado. Todos los días son iguales. Uno se mueve la tierra, otro
viene fuego, al día siguiente llueve y después hay una sequía. Y así
sucesivamente. No se puede decir que seamos felices, es decir, no somos las
personas con la vida más fácil del mundo. A veces, cambiaría muchas cosas por
un poco de eso que tienen los señores que nos controlan el pozo.
Sé
que, probablemente, si encuentras esto no te importará. Pensarás que es una
tontería, una simple broma, pero no lo es. No te imaginarás nunca cómo es
nuestra vida. Aun así, espero que seas una de esas personas que no le da igual
la gente “pobre”, como nos llamáis vosotros. Pero yo creo que casi siempre
somos más ricos que cualquiera de esas personas. Tenemos más que muchos de
ellos. Seguramente a ellos les falta saber lo que es el cariño de una familia,
o el pensamiento de amistad entre toda la aldea. Deseo de verdad que no seas
una de esas personas y que algún día llegues a comprender un poco nuestras
condiciones de vida. Lo deseo de verdad.”
Apoyé
mi frente contra un árbol la decimosexta vez que
leí la carta. Las lágrimas ya corrían por mis mejillas hablando por sí solas.
Ya se hacía de noche, y yo aún me encontraba en aquel bosque solitario del
norte de Sudáfrica. Comencé a caminar pensando en esa carta escrita treinta y
siete años atrás mientras la releía una y otra vez. Me habría gustado
encontrarme con Nast en ese momento. Tendría mil y una preguntas que hacerle.
Pero ni siquiera sé si está vivo.
Había
mantenido esa carta en secreto durante once meses. Nadie me la había
descubierto. Quise decírselo en un par de ocasiones a mi hermano Pablo, que
había venido conmigo, pero no fui capaz. Más de una vez insistí en regresar a
la aldea donde había encontrado el mensaje, pero nadie me hizo caso,
preguntándome siempre la razón. No me atrevía a enseñársela a Pablo, por temor
a que pensara que era una tontería.
Durante
cinco años he guardado la carta de Nast en secreto. Yo también espero que la
gente aprenda un poco con este mensaje. Creo que Nast tenía toda la razón del
mundo, y la seguirá teniendo a menos que este mundo decida dar una vuelta y
cambiar por completo.
-Elisa
Imagen de google